Agosto: cómo cuidar el cuerpo y proteger el alma en tiempos difíciles

REFLEXIÓN ESPIRITUAL PRÁCTICA

8/25/20253 min read

En Chile, cuando llega agosto, muchos dicen en tono medio en broma y medio en serio: “ojalá pasemos agosto”. Es una frase que se escucha en las familias, en los pasillos de los hospitales, en las sobremesas de invierno. Detrás de ella se esconde la memoria de generaciones que vieron en este mes un tiempo de fragilidad: enfermedades respiratorias, frío intenso, largos días sin sol. No se trata solo de un dicho popular; es un reflejo de la experiencia humana de sentirse vulnerable, de reconocer que la vida no siempre está bajo nuestro control.

Pero también, en medio de esa vulnerabilidad, agosto se convierte en una invitación silenciosa. Nos recuerda que el cuidado no es un lujo, sino una necesidad vital. Abrigarnos, alimentarnos bien, pedir ayuda cuando la necesitamos, detenernos a descansar: todos son gestos que, más allá de lo físico, tocan lo profundo de nuestra alma. Cada manta que nos cubre y cada taza caliente que nos reconforta pueden convertirse en un símbolo de la ternura con que Dios nos envuelve. Pasar agosto no es solo resistirlo, sino descubrir cómo se fortalece en nosotros un espíritu capaz de sostener la esperanza.

Agosto nos recuerda que somos frágiles. El frío, el cansancio y las enfermedades nos confrontan con la vulnerabilidad de nuestro cuerpo. Reconocer esta realidad no es signo de debilidad, sino de sabiduría: cuidar la salud es un acto de responsabilidad y también de amor a la vida que Dios nos regala.

También el espíritu pide atención. No basta con protegernos del frío externo; hay un frío interno, hecho de soledad, miedo o desánimo, que puede ser aún más duro. Allí, los pequeños gestos se vuelven esenciales: una oración breve al iniciar el día, un momento de silencio para agradecer, una llamada a alguien que extrañamos. Dios se hace cercano en esos instantes, recordándonos que cuidar el espíritu es tan vital como abrigar el cuerpo. En agosto, podemos elegir no solo “pasar” el mes, sino vivirlo como un taller de esperanza, donde el cuidado nos conecta con el amor de Dios y de los demás.

Te propongo un camino práctico para cuidar cuerpo y espíritu

  1. Reconoce tus señales: escucha el cansancio, la tos, la tristeza. No ignores lo que tu cuerpo o tu corazón intentan decir.

  2. Elige cuidarte conscientemente: abrígate, aliméntate bien y busca espacios de descanso. Hazlo como un acto de respeto a la vida que Dios te dio.

  3. Protege tu interior: dedica al menos cinco minutos al silencio, la oración o la lectura de un salmo que te dé serenidad.

  4. Busca la compañía de otros: comparte una conversación, una comida o una oración en familia. El cuidado se multiplica cuando no lo vivimos solos.

Déjate tocar por este texto:

  • "El Señor es mi pastor, nada me falta" (Salmo 23,1).

Guarda un breve silencio interior...

Esta semana proponte tres gestos sencillos:

  1. Escoge una prenda que uses este mes —una bufanda, un chaleco, una manta— y cada vez que te cubras con ella, haz una breve oración:

  • "Señor, cúbreme con tu amor y tu paz, así como esta prenda cubre mi cuerpo."

  1. También podrías hacer una llamada o enviar un mensaje de ánimo a alguien que sabes que está solo o enfermo.

  2. O regálate un momento de silencio, aunque sean cinco minutos, para respirar y agradecer.


Bendición

Que el Señor te bendiga en este mes de agosto con calor humano y serenidad interior. Que tu cuerpo encuentre descanso y tu espíritu halle esperanza. Que no falte en tu hogar el abrigo del amor y la fuerza de la fe, y que, al llegar septiembre, puedas mirar atrás y decir: “no solo pasé agosto, lo viví con gratitud y confianza en Dios”.