Cómo mantener la calma y la fe en meses difíciles
COACHING ESPIRITUAL
Oremos Juntos
8/28/20252 min read


Recuerdo una tarde de invierno en que el ruido exterior parecía colarse también dentro de mí. El trabajo acumulado, las preocupaciones familiares y el cansancio me tenían al borde de la irritación. Me sentía como si el mundo estuviera en guerra con mi paz interior. Fue entonces cuando mi abuela, que me observaba en silencio, me dijo: “Cuando todo afuera se mueve, busca tu centro adentro”.
Esa frase se me quedó grabada. Descubrí que la calma no siempre significa que las circunstancias cambien, sino que yo aprenda a respirar, a ordenar mis pensamientos y a confiar en que lo esencial permanece firme. Desde ese día, cada vez que el entorno se vuelve difícil, intento recordar que la fe no elimina los problemas, pero sí me da la fuerza para atravesarlos con serenidad.
Los meses difíciles ponen a prueba nuestra paciencia y nuestra esperanza. Surgen preguntas: ¿cómo seguir confiando cuando parece que todo se derrumba? ¿cómo no perder la calma ante lo incierto? Reconocer esas preguntas ya es un primer paso: significa que el alma está buscando dirección y sostén. No se trata de negar el dolor ni de forzar una sonrisa, sino de aceptar que necesitamos herramientas internas para enfrentar lo externo.
La fe se convierte aquí en una brújula. No quita las tormentas, pero nos orienta en medio de ellas. Cuidar la calma no es reprimir emociones, sino aprender a canalizarlas. La oración, la respiración consciente, el acompañamiento de personas que nos quieren, todo eso ayuda a no dejarnos arrastrar por la ansiedad. Estos meses difíciles pueden ser vistos como un taller de crecimiento interior, donde descubrimos que la paz es un don, pero también una práctica diaria.
Te propongo un camino práctico para cultivar calma y fe:
Respira con consciencia: cuando te sientas alterado, haz una pausa y respira profundo tres veces. Es una forma de decirle a tu cuerpo que puede descansar.
Escribe tus preocupaciones: pon en papel lo que te quita la paz. Al nombrarlo, dejas de cargarlo en silencio.
Busca un ancla espiritual: puede ser un salmo, una imagen, una frase que recuerdes cuando la ansiedad te visite.
Apóyate en otros: comparte tu carga con alguien de confianza. Hablar también es una forma de sanar. Y si prefieres conversar con alguien externo a tu núcleo de contactos, recuerda que me tienes a mi (pasa el dato).
¿Te hacen sentido estas palabras:
"La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo" (Juan 14,27).?
Esta semana, cada vez que te sientas inquieto, coloca tu mano sobre el pecho y repite en silencio: "Jesús, en Ti confío."
Hazlo tantas veces como necesites hasta que la respiración se vuelva más lenta y el corazón recupere la calma.
Bendición
Hoy oro contigo y por ti: que la paz de Cristo, más fuerte que cualquier tormenta, guarde tu mente y tu corazón. Que en medio de los días difíciles encuentres serenidad para decidir con calma y fe para no perder la esperanza. Amén.